martes, 16 de agosto de 2011

Charlas internas



Pasaban horas que se me hacían eternas,
eterno el tiempo sin verte, sin sentirte.

Sonaría a repetirme, a palabras sonadas o ya dichas, pero a pesar de haber necesitado mi tiempo en épocas anteriores, ahora parece todo distinto;
haces que sea fácil, bonito y llamativo,
que las ganas sean naturales,
que las cerraduras se rompan,
y las puertas se abran.

No quiero que quede poético, romántico o bien sonante,
no quiero enamorarte o que mañana me quieras.
(lo forzado no es querido)
Todo ello hubiera sido con el otro yo, pero ahora todo es diferente; yo he cambiado
(o eso intentas)



Necesitaría un abrazo, pero hago por no necesitarlo;
necesitaría un beso, pero hago por no extrañarlo;
necesitaría una atención, pero olvido que estoy.
(como te engañas)

Los años pasan y con ellos peter pan desaparece;
¿cuándo te hiciste adulta?
¿dónde está la enamoradiza entregada?
¿dónde está la hija que necesitaba de su madre a todas horas?
¿y la persona que no sabe ni entiende todos los porqués?
(en realidad todas ellas siguen en tí)

Se ha perdido entre gélidos rascacielos recubiertos de interrogantes y sentimientos estrompados; ¿encontraré la respuesta?
(ya la sabes: la moderación y el equilibrio)



No debo exigir porque se alejaría,
no debo ser caprichosa porque me ignorarían,
no debo llamar la atención porque no me entenderían.

Simplemente tengo que apagar la luz, encender la música y parar de pensar.
¿es verdad que los ignorantes son más felices?;
¿es verdad que quien sabe jugar al ajedrez ganará la batalla?;
¿es verdad que no hay nada escrito?
(ya lo has hecho, estás pensando de más!!)

Con la luz apagada, una música que da vida y compañía, un ojo lloroso y una sonrisa entre mofletes
(esa sí eres tu, una loca emocional)

Debo ser una adulta convertida en niña;
una hija que da achuchones y besos incluso a los 40;
una chica que se enamora sin medir cada palabra o acción;
una trabajadora que actúa y no tiene miedo a equivocarse.
(Y ahora sí te lo has dicho todo!)



Así somos las mujeres,
nos lo comemos y nos lo guisamos nosotras solitas;
tenemos un mal día y amargamos al resto;
estamos contrariadas y fastidiamos a los nuestros;
nos sentimos hormonales y atormentamos cuando ni nosotras nos entendemos.
Déjate de tanto rollo y DISFRUTA
da un beso a quien quieras,
di un te quiero si lo sientes,
un achuchón cuando lo necesites,
y regala una sonrisa porque harás que tu yo interno también sonría.



Por Aitana González, una marciana más del mundo femenino.



lunes, 15 de agosto de 2011

Un escenario, una historia



El escenario era el siguiente:
Una pequeña libreta de hojas amarillentas, un viejo bolígrafo mágico sin tinta que aún escribía, un sol radiante y una fuerte brisa que se convertía poco a poco en un huracán que cabreaba al mar. Mar que se adentraba en la abrupta y porosa roca donde nos encontramos; un mar que de azul se transformaba en una espuma blanca revuelta, se llevaba todo lo que encontraba a su paso.

Mareas que no cesaban y un océano nada en calma. En él pequeñas hormigas humanas sesgaban las olas, con sus grandes cometas y robustas tablas; impresionaba el control que poseían con cada cresta de las altas olas, el viento que les conducía y, todo ello, con una majestuosidad entre salto y salto (digno de admirar).

Pocas personas se avistaban a nuestro alrededor, poco había, sólo el ruido del viento que nos envolvía y una costa que nos atrapaba con cada ola que nos cerraba el paso; pero aunque parecía que el miedo pudiera aparecer por cualquiera de las esquinas, todo lo contrario había: pura tranquilidad, envuelta en la acción de la libertad, de la fuerza de la naturaleza, de un cielo azul-grisáceo, un mar blanco y un ruido que hacía no sentirse sola; inclusive, la marea que nos comía terreno en la roca...






El bolígrafo está fallando, le falta tinta; y las hojas se gastan con cada palabra que escribo; dejaré alguna en blanco para la próxima ocasión, que es la hora de la comida y las enfermeras se enfadan si ven que hago demasiados esfuerzos escribiendo... mañana seguiré redactando una de las tantas historias.



sábado, 13 de agosto de 2011

Mal humor



Quien no ha dicho “¡tengo un mal día!” y te preguntan – ¿por qué?, ¿qué te pasa? – y respondes, “no me pasa nada, déjame”.



Está claro que por la respuesta, que muy simpática no estás; pero ¡qué más da!. Es decir, si tu mal humor no afecta al resto, porque no faltas al respeto, no insultas, sino simplemente no respondes con una sonrisa y de forma simpática, sino que eres seca y poco agradable; lo mejor no sería evitar a esa persona hasta que a ella sola se le pase.


La tendencia es solucionar todo, crear un clima confortable y agradable, pero si uno de los sujetos no está por la labor… ¿por qué forzar las cosas?. No pueden existir 365 días perfectos, quien diga que siempre está de buen humor, miente. Y tiene su lógica, somos como una variable en una gráfica, que ni la más perfecta de ellas sigue siempre las mismas coordenadas.

Somos imperfectos y ahí es donde está la perfección, tocar los extremos de dos puntos equilibrando la balanza, superando uno mismo los estados de ánimo que no gustan; pero no por la presión que pueda ejercer un tercero, porque esa persona también tendrá sus días y querrá superarlos a su manera, sin (como se suele decir) “que le den el coñazo”.


Lo que está claro, que como todo, esta “regla” tiene sus límites, de hasta dónde y durante cuándo tiempo puede durar ese mal humor o estado de ánimo no tan agradable; porque el resto que vive a nuestro alrededor no tiene culpa y no tienen que aguantar determinados comportamientos salidos de tono. Pero considerando un mal humor típico, como; un mal despertar, una mala digestión, un dolor de cabeza, un malestar general, un cabreo telefónico puntual, una discusión concreta, una metida de pata, algo que no sale como uno quiere, una respuesta u acción inesperada… y así mil comportamientos.

Cada uno tiene su respuesta y tiempo de reacción, y aquí es donde entra la tolerancia, la empatía y el respeto de los estados de ánimo; no todo tiene que girar en torno y para uno; por ende, si la persona que tenemos en frente está de mal humor, dejémosle su espacio hasta que se le pase, es la mejor manera de evitar enfrentamientos sin salida e innecesarios. Además, cuanta menos importancia se les de a los malhumorados y hagamos de la cotidianidad y el buen rollo el uso, terminará sacando una sonrisa como ésta :D


Como último apunte; nunca le insultéis o le comparéis con alguien que detesta o utilicéis la burla para intentar que al le quite el “supuesto cabreo que tiene” que tú no entiendes, porque lo único que conseguirás es que un simple y pasajero mal humor se convierta en un gran cabreo sin sentido.

Así somos de complicados, pero todo se soluciona de una manera más sencilla de la que creemos: no intentando solucionar nada; actuar como siempre, con naturalidad y como apetece. Y recuerda, no le achaques que tiene un mal día, porque quizás seas tú quien lo tenga mañana y querrás que esa persona sí sea comprensiva y tolerante contigo; así que empieza por serlo con ella, que para recibir hay primero que aprender a dar.

Pd: te regalo una sonrisa y un deseo de buen humor para lo que queda de día :)


viernes, 12 de agosto de 2011

El amor



Mil sonetos te escribiría,
mil palabras te diría,
y mil cosas me callaría.

Tan sólo no quiero apartarte,
quiero que aguantes a mi lado,
que no tengas miedo y no huyas.

Conseguir el objetivo de tenerte,
tener el valor de conseguirlo,
porque significará, que yo aún estaré aquí.

Ser capaz de crear una vida,
de soñar entre amanereces y,
enloquecer cuando se ponga la luna.

Atraparte por siempre y que vuelvas conmigo,
volverte loco de pasión,
adoración a lo pequeño,
mientras pienso, como esta noche te haría el amor.



En la lumbre




Las llamas se encienden desde que las prendas o les das mecha, pero no aseguras su permanencia; desconoces el tiempo de alumbrado o de calor; sólo sabes que mientras esté será la luz que alumbre tus noches, el calor que necesita tu piel, y el fuego que encienda tu pasión.

Podría serlo todo, la llama que conserva viva el espíritu, esa que se mantiene constante, fija en un punto, fiel en espacios infinitos, permanente en el tiempo; un tiempo ahora atrapado, paralizado por el calor que transmites a kilómetros de distancia.

La mecha en forma de llamada que suena cada mañana y que cada noche da las buenas noches; eres la llama que ahora está, que alumbra la habitación desde la recámara, que se asoma ante cada suave suspiro; llama que poco a poco se apaga, con cada suspiro que no está; desaparecen ante la ausencia en la cama; ya no alumbra, ya no calienta, ya sólo me escuece por dentro, el frío me abruma ante una vela más que se apaga.