lunes, 2 de agosto de 2021

No hay mayor verdad que la de uno mismo



La mayoría de los conflictos diarios son absurdos, y me atrevería a decir poco importantes. Hacemos mundos de cosas que no merecen la pena.  Pero tranquilo, nos pasa a todos. 

Fuera de los graves problemas (de salud, de lugar de residencia, 
 educación de los hijos, entre otros tantos ejemplos de la vida cotidiana), nuestro día a día está cargado de malos entendidos que terminan en discusión. Y pensarás, yo no empiezo, empieza el o ella. 
Quien dice que no se enfada en la pareja o que nunca se han pegado voces, primero: no me lo creo y segundo: es una relacion banal o poco sería. 

Porqué digo esto. Porque discutir, tener diferentes puntos de vista, forma parte del día a día. El problema surge cuando ambos se ciegan y no quieren ver más allá de su verdad. Y ninguno de los dos cede o se para a escuchar lo que dice el otro. 


No hay una verdad absoluta, hay diferentes puntos de vista, que pueden ser defendidos de forma abierta, dejando la puerta abierta a poder modificarlos o adaptarlos a la otra persona. Y cuándo hacemos ésto? Cuando hay amor (con tu pareja, tus hijos, padres... La familia o algún amigo que también lo es). 

El amor es uno de los ingredientes para ceder ante algo, o cambiar tu perspectiva ante un asunto. Porque tus pensamientos no van a cambiar de forma radical, y seguirás pensando que tu verdad es la correcta. Ceder, escuchar, ser empático y equitativos en la pareja, hará que todo vaya a mejor y los conflictos sean menores. 

Está bien exponer y que hayan varios puntos de vista, pero ante un desacuerdo, que no siempre tenga que llegar al "te dejo de hablar" (modo nosotras) o "te ignoro" (modo ellos) para solucionar o más bien terminar con una discusión que se podría haber evitado. Porque no era tan importante para llegar a esos extremos. Simplemente, son opiniones o puntos de vista sin una verdad absoluta. 



domingo, 18 de julio de 2021

Mi elección

Dicen que son las mujeres las que eligen a los hombres. En nuestro caso yo te elegi y tu insististe. Más tarde lo hice yo para que diésemos el siguiente paso, y desde entonces han pasado 6 años. ¿Ha sido fácil? No.

Pero tranquilo, porque ha sido maravilloso. Porque la vida no es fácil (Y no es ningún tópico). No lo es. Pero si lo fuera seguro que sería muy aburrida. Y nuestra vida de aburrida, no tiene nada... Todo lo contrario, es intensa y llena de vida! 

Aunque nuestras memorias no recuerden todo lo que hacemos (no quiero señalar) han sido 6 años llenos de momentos fantásticos: Como los viajes...
Como nos gustaba conocer sitios nuevos y lejanos (ahora también, pero vivir en medio de una pandemia no ayuda nada). Cada viaje era una aventura, que llenaba todo ese año de emoción; nos cargaba de energía para el día a día del trabajo. 
También momentos más difíciles pero que culminaron en lo mejor de la vida, nuestros dos maravillosos hijos, que son lo más bonito que hemos hecho en la vida, y lo hemos hecho juntos, con todo el amor del mundo. 
Son dos personitas absolutamente increíbles, y dos niños súper especiales, buenos, inteligentes y amorosos... Y todo son valores que tenemos como pareja y que les inculcamos día a día. 

Te elegí hace hoy 6 años, para hacer "formal" nuestra relación, aunque tenía claro hace 10 años que serías el hombre de mi vida... Porque en aquella conversación de barcos recorriendo el mundo sabía que había encontrado mi media naranja. 

Cariño, amor, mi principe, no te cambiaba por ningún hombre en la faz de la tierra, porque tu me completas, y porque juntos hacemos el mejor equipo de todos. En los momentos difíciles nos unimos más que nunca, y así nos lo hemos demostrado al uno al otro. Y juntos pasamos los mejores momentos; porque aunque parecemos distintos, buscamos lo mismo en la vida y tenemos los mismos valores y eso es lo más valioso. Tenemos lo más preciado del universo, unos hijos increibles, formamos una familia 10.

Somos una familia maravillosa, y eso es un tesoro. Elegí a la mejor pareja, a ti. Te amo con locura. 

jueves, 15 de julio de 2021

En qué momento

En qué momento nos lanzamos a hacer algo que jamás hubiéramos hecho. Por miedo, por el qué dirán, preocupación o ¿ incluso dejadez? 

Normalmente, (por usar un término mayoritario) cuando todo va bien, todo es normal, y el día a día es monótono, sin demasiados cambios que lo abruven... no salimos de la rutina o de la conformidad a la que estamos acostumbrados. Y te has preguntado, ¿por qué?


¿Por qué sacamos el momento de valentía, para hacer eso que realmente deseamos o que de repente quieres?, hacemos el deseo real, se convierte en una acción y pasa a ser una necesidad del AHORA. 

Sí, decides lanzarte a hacer algo para ti misma. 


Pero, ¿el qué? paracaidismo, escalada... Hacerte un pircieng o un tatuaje... Corte de pelo radical, teñirte el pelo, ir al cine por primera vez sola. No tiene porqué ser algo que conlleve riesgo, ni algo grandioso, simplemente que te apetezca, y lo hagas por y para ti. 

Es asombroso lo que estamos dispuestos a hacer en determinados momentos, si estas quemado y necesitas hacerlo. Adelante. 

Haz tu vida algo diferente de vez en cuando, sal de tu zona de confort, y asume algún riesgo... Esos momentos formaran parte de tu persona. 

miércoles, 14 de julio de 2021

Mi tiempo

A veces me agobia no disfrutar de cada segundo. La mayoría de momentos cuando se es madre son únicos, especiales y diferentes. Ojalá tuviéramos una memoria externa donde albergar esos momentos especiales, para cuando el recuerdo sea vago, poder darle al botón de play... Y volver a él. Volver a revivir experiencias que con el tiempo se olvidan, o la memoria las cambia o tergiversa... Por el mero hecho de tener demasiadas cosas en nuestro cerebro que recordar. 

Y sí, los momentos con mis hijos son maravillosos, y lo fantástico es vivir con energía, pasión y fuerza cada momento nuevo. Pero crecen tan rápido, que el día de mañana la nostalgia hará que desgraciadamente ese pasado maravilloso lleno de vida, no los recordemos con esa claridad que nos gustaría. 

Doy gracias, porque soy dueña de mi tiempo, de mi tiempo con ellos. De desear que estén conmigo, salir al parque, jugar, hacerles miles de preguntas para que me cuenten la realidad de su vida en el cole, o echarme en el sofá mientras les machaco a besos y abrazos. Porque sé que, sanamente, el día de mañana cuando sean adultos querrán pasar su tiempo con otras personas. Pero hoy, soy yo la afortunada de disponer de todo su tiempo para mi. Y de ser así, la mujer más feliz del mundo, aunque termine cansada y agotada, cada día merece la pena sacar toda mi energía, aunque mi cuerpo a veces me lo impida. 

Mi mejor regalo , el tiempo con mis hijos. 


jueves, 30 de noviembre de 2017

Entre sábanas




Cada gota de sudor que recorría la frente, era el frescor de las ansias del calor; del calor que venía de muy adentro, el músculo se contraía mientras el frío erizaba el resto del cuerpo; al mismo tiempo se dilataba deseando una mayor apertura al placer; cada dedo se alargaba para alcanzar los extremos, se tensaban hasta al adormilar cada centímetro de la piel…

La temperatura aumentaba y los escalofríos intermitentes lo poseían; las palpitaciones eran tales que se oigan al otro lado de la pared; un simple vaso de cristal hubiera transmitido cada segundo, cada gota de sudor caída. El charco se formaba en el suelo, los pies resbalaban entre tanto; y los brazos se perdían sosteniendo las paredes tambaleantes.

Palabras insonoras en formas de susurro, miradas perdidas entre muros reflejos; espejos confidentes de lo no dicho y depósitos de lo sí sentido; cosas movidas y muebles que cobraban vida; se alzaban mares blancos que lo cubrían todo; guardaban el secreto…

Las gotas desaparecían ante una piel húmeda y al mismo tiempo seca ante el cansancio; la relajación muscular recobraba su estado; las aperturas volvían a su cauce en la tranquilidad del sosiego; los inmuebles recuperaban su lugar de origen, y todo se ordenaba tras un caos volador.

La luz entornaba hacia la oscuridad, poco se veía ya; pues la paz del placer había llegado, el cuerpo saciado descasaba; el abdomen no permanecía duro, las manos ya no eran gélidas rocas, y el cuello respiraba sin tensión entre almohadones arenosos; ahora sí descansabas tras tu agraciado y tan deseoso momento.


Ahora la frente sólo suda del pensamiento que recorre tu mente y que ya no te deja dormir…