"No sabia cuanto aguantaría, ni el tiempo que duraría. Que difícil se me hace la exigencia y perfección que me reconcome por dentro. ¿Lograré descubrir mis propias barreras? Aún me pregunto porque no me latigo cuando yo misma me castigo. Ridículos sentimientos se entre cruzan"
Te andas exigiendo tanto, que un día pierdes la sensación de hacer las cosas bien; nadie te pide más que tu misma, y aún así te quedarías corta... ¡Cuánto perdiste el tiempo!
Andamos como una moto sin poner el freno, hacemos lo cotidiano por inercia y de forma tan automática que no valoramos las pequeñas cosas, hasta el día que faltan o algo te imposibilita hacerlas. Tantísimas acciones fáciles que se convierten en dificultades para otros, y ¡qué tanto nos quejamos en vano!
De quien no ha salido la frase -"me quedaría en silla de ruedas con tal de no caminar"-; creo que un discapacitado no opinaría lo mismo y te cambiaría encantado su posición.
Te intentan echar una mano y balbuceas -"déjame puedo hacerlo yo solo"-, y cuando un día te falta un brazo reclamas por las esquinas unas manos que te ayuden.
Un día intentaron sostenerte y tenías muy claro que podías hacerlo tu solita, hasta el momento en que "no te sujetabas en pie", porque una pierna no te respondía, y tras tus gritos nadie venía.
No hay que vivir en la negatividad, ni en amarguras ajenas, no es cuestión de vivir mal cuando uno lo está; sino simplemente valorar lo pequeño, detalles como... moverte por la calle sin obstáculos buscando una acera por la que subir; o una ducha en plena intimidad sin perder el equilibrio cada vez que te enjabones; que puedas vestirte tu sola sin precisar de terceras manos... No necesitamos a nadie hasta que ocurre, y ahí si que gritamos y nos lamentamos.
Valoremos lo que tenemos sin ir quejándonos por las esquinas, sin exigirnos tanto que olvidemos lo que de verdad es sustancial; sin disfrutar lo que verdad importa y dando lugar a quejas continúas cuando en realidad lo tenemos todo.
Aprovéchalo mientras lo tengas porque quizás un día lo pierdas, y será ahí cuando mires atrás y te lamentas del fabuloso tiempo que has perdido.
Para aquellos que necesitan de unas manos o piernas ajenas.