Cada gota de sudor que recorría la frente, era el frescor de las ansias del
calor; del calor que venía de muy adentro, el músculo se contraía mientras el
frío erizaba el resto del cuerpo; al mismo tiempo se dilataba deseando una
mayor apertura al placer; cada dedo se alargaba para alcanzar los extremos, se
tensaban hasta al adormilar cada centímetro de la piel…
La temperatura aumentaba y los escalofríos intermitentes lo poseían; las
palpitaciones eran tales que se oigan al otro lado de la pared; un simple vaso
de cristal hubiera transmitido cada segundo, cada gota de sudor caída. El
charco se formaba en el suelo, los pies resbalaban entre tanto; y los brazos se
perdían sosteniendo las paredes tambaleantes.
Palabras insonoras en formas de susurro, miradas perdidas entre muros
reflejos; espejos confidentes de lo no dicho y depósitos de lo sí sentido;
cosas movidas y muebles que cobraban vida; se alzaban mares blancos que lo
cubrían todo; guardaban el secreto…
Las gotas desaparecían ante una piel húmeda y al mismo tiempo seca ante el
cansancio; la relajación muscular recobraba su estado; las aperturas volvían a
su cauce en la tranquilidad del sosiego; los inmuebles recuperaban su lugar de
origen, y todo se ordenaba tras un caos volador.
La luz entornaba hacia la oscuridad, poco se veía ya; pues la paz del
placer había llegado, el cuerpo saciado descasaba; el abdomen no permanecía
duro, las manos ya no eran gélidas rocas, y el cuello respiraba sin tensión
entre almohadones arenosos; ahora sí descansabas tras tu agraciado y tan
deseoso momento.
Ahora la frente sólo suda del pensamiento que recorre tu mente y que ya no
te deja dormir…