Cada persona es indisoluble, no podemos diluirnos en lo que
no somos... no podemos dejar de ser aquello en lo que nos hemos convertido...
salimos de un patrón que nos hizo crecer, cambiar, nos hizo formarnos en eso
que hoy día somos... en la persona que hoy ves.
Miras delante del espejo y pretendes encontrar otra persona
que no soy yo; pretendes cambiarme con esos pequeños detalles que día a día me
repites que no te gustan... echamos en cara a todo aquello que tiene alma y se
mueve (incluso a lo inmóvil y fósil), todas y cada una de las cosas que no nos
gustan y querríamos cambiar para amoldarlo a nuestro ser, a nuestra
conveniencia y bienestar.
Hasta dónde dejarías de ser tú, hasta dónde intentarías
hacer cambiar al otro... cuál debería ser el punto intermedio donde
ambas personas se aceptan tal y como son... cómo de flexibles deberíamos de ser
ante un no se que... un "no se que" que viene de dentro y te hace ser
de una manera o de otra... te hace ser tú.
El problema viene cuando el "tú" no gusta y lo
intentas cambiar, cuando te has acomodado, acostumbrado a que es habitual... pero
en realidad no lo soportas, y cada día que pasa lo soportas menos y la
susceptibilidad florece con más facilidad, sólo quieres que ese "tú" desaparezca
o un día serás tú la que desaparezca estallando sin más.
Hasta qué punto podemos llegar a ser radicales, cuál y
cuándo llega el día en que tus promesas de cambio se cumplen y todo empieza a
ser diferente... te creo y tú me crees cuando nos decimos mutuamente que esa
parte de mi que no es buena, que no se porqué... nace y hace daño, en forma de
palabras que hieren y duelen mientras salen de mi boca... "soy así"
frase muy usada por quien interesa.
Fíjate como te comportas tú, lo que exiges al resto y como
actúas sin ceder ni siquiera por una vez, no llega el día en que diga, <has
sido tú el que hoy ha cambiado ese "no se que" para que éste mal día
acabe>;. Mientras, yo espero que el cielo se ilumine y las estrellas aparezcan
en esta noche.