Suena el teléfono (es una llamada que estabas esperando), pero todo ha sido más precipitado a lo que vaticinabas; aún no tienes nada listo. Así que corres a por la maleta de viaje, agarras todos los trapos necesarios para unos días, la información y documentos que tienes que entregarles, el bolso al hombro; todo al coche y coges rumbo a la capital.
Son muchas horas a la carretera, pero tu emoción es tal -que ni le has dado importancia-, ni siquiera de la hora en la que has salido. Después de 200 kilómetros conduciendo (con el cd de Christian de fondo para que te amenice el viaje) se hace de noche, y la tensión acumulada ha ido sucumbiendo en un ligero sueño; así que, decides parar en el primer motel de carretera que encuentras.
Es un cuchitril de mala muerte, pero o eso, o terminas durmiendo en el arcén; así que optas por una cama donde descansar. Pones el despertador muy temprano, para dormir lo justo y llegar cuanto antes (no te das una ducha, porque el percal es tal de la habitación, que saldrías en peores condiciones de las que estás).
Con un café en mano para llevar de una máquina expendedora que no sabes como aún se mantenía en pie, continuas tu viaje; ventanas bajadas para aspirar aire fresco; y así pasan unas cuantas horas al volante.
A tan solo 85 kilómetros de tu destino, y tras haber recorrido casi la totalidad del recorrido, recibes una llamada telefónica; cambio de destino: "la reunión se efectuará mañana en Barcelona a las 12.00". Si ya estabas nerviosa, tus nervios se han multiplicado por dos.
Rumbo a Barcelona, haces noche en Zaragoza; como llegas con tiempo, te tomas un buen banquete de cena y te acomodas en un hotel ya más decente (baño relax) y te acuestas temprano para llegar descansada a tu cita.
A las 11.00 ya tenías el coche aparcado, y con tu maletín en la mano, muy elegante con tu traje (pantalón-chaqueta; tono gris esmeralda); te diriges a la dirección que te aportaron.
Como llegas con bastante antelación, paras en una cafetería (cerca del lugar citado), y sin celebrar nada aún; decides tomarte un buen desayuno: zumo de naranja natural, un café con leche en vaso de cortado con sacarina, un mollete de tomate natural, y el periódico para acompañarte.
A tu lado hay una banqueta libre, y un hombre alto en traje, te distrae y te pregunta si el asiento está desocupado. Le respondes afirmativamente, y sigues a lo tuyo; pero el caballero vuelve a llamar tu atención con temas banales, hasta que te interroga del motivo de tu viaje a Barcelona. Ya totalmente distraía, decides girarte del todo y hacerle caso (sin saber en ningún momento, quién era él). Le explicas que te han citado para una entrevista muy importante de trabajo, de una empresa de contratación superior a la tuya; le cuentas el meollo del asunto, y le dices inquieta "lo siento, pero me tengo que ir, quiero llegar puntual, que la presentación es muy importante, y esta es mi gran oportunidad". Sacando el dinero para pagar, suelta el caballero; cóbrese de aquí, tómelo como su primera dieta pagada; ella en su asombro se le cae el dinero que sostenía en la mano, y le expresa -¿perdone?-; el hombre con una sonrisa le alarga su mano y le dice, soy el Director General de "x" y por tanto, su nuevo jefe, el puesto es suyo! En tu asombro, no sabes como reaccionar, y en milésimas de segundo piensas "claro, si ellos tenían mil datos y fotos mías, pero yo de ellos no"; y entre tartamudeos declaras - encantada y muchísimas gracias-. Recogen todo para ir a la oficina y formalizar la contratación.
Unas horas más tarde, sales por la puerta del edificio, -con una sonrisa tal, que podrías iluminar los mil mares-, con una nueva vida, y pensando en qué lugar de Barcelona quieres vivir tu nueva etapa; por fin, tras mucho esfuerzo y trabajo, ¡se ha hecho realidad tu sueño!